Se podría responder que sí, por desgracia hoy en día sí. Vivimos en una sociedad consumista y materialista que se mueve por su propio interés. En la que la pobreza y la riqueza se distancian cada vez más por culpa del capitalismo.
Tenemos conciencia marquista, pero ¿cómo no vamos a tenerla, si tomamos una “aspirina” cuando nos duele la cabeza, los niños comen “chupachuses” y las madres les quitan los moquitos con “Kleenex”? Las marcas nos rodean y están en todas partes, hasta en los sitios más insospechados.
Podríamos decir que nos ayudan construir conversaciones-¿Viste el Dior que llevaba ayer Scarlett Johanson en los Oscars?-Sí, pero me gustó más ¡el Armani de Charlize Theron!!- donde ya aparece otra de las razones del gusto por las marcas, que es, que lo visten los famosos y famosas que salen cada día en la tele. La juventud quiere ser como el popular de turno para sentirse ellos algo también. Por eso surge también el problema de la estética. Los cánones de belleza han cambiado y mucho. Atrás quedaron “Las Tres Gracias de Rubens”, ahora lo que se lleva es el minimalismo. Las pequeñas adultas se someten antes ha operaciones de cirugía estética para aumentarse el pecho o enderezarse la nariz y lograr ser tan populares como su idolatrada Hillary Duff. Los chicos, lo tienen mas fácil para conseguir los abdominales del chico que anuncia ropa interior de Calvin Klein en la parada de bus, solo tienen que machacarse en el gimnasio y ayudarse con un poco de esteroides sin someterse a ninguna operación estética.
De niños queremos ser adolescentes y cuando somos adolescentes, adultos. Por eso siempre nos rodeamos de cosas que nos hacen sentirnos más mayores. Como cuando tenemos 5 años y les pedimos a los reyes magos una cocinita de juguete, para imitar a nuestras madres, o cuando tenemos 15 y queremos ese bolso carísimo de Prada. Pero llega un momento en el que los roles se invierten y son las madres las que se hacen una liposucción o un lifting para parecerse a sus hijas.
Creamos miedos y necesidades fantasmas que luchamos de alguna manera por conseguirlas. A veces son los padres los que trabajan más para poder mantener el estatus social de sus hijos, les pagan fiestas escandalosamente caras e intentan utilizar la jerga de sus hijos para acercarse más a ellos, y otras son los propios hijos los que trabajan para poder pagarse los caprichos que les permitirán estar a la altura de sus ricos y marquistas compañeros. Hoy en día se trabaja más pero para gastar más, es el agujero negro del consumismo. Cuanto más tenemos más queremos.
¿Qué pasará el día que queramos cosas que no pueden comprarse ni venderse?
Maria